Presentación^^

He creado este blog para recibir críticas sobre mi pequeña novela. Al principio puede ser un poco liosa pero si se sigue leyendo se entiende. Si os pasais por aquí o la leeis mandadme un mensaje a mi tuenti:
http://www.tuenti.com/#m=Home&func=index
Besos!L

http://www.youtube.com/watch?v=Z0X5FlUnsh8

Este es el trailer del relato:)



miércoles, 12 de septiembre de 2012

5ºEntrada De Cuatro Estaciones Contigo:)


Una noche de verano, 19 de agosto.

Era una noche cálida  de verano, un 19 de agosto. Yo no conocía a Nuria, ella era una chica más del instituto, una de segundo de secundaria. Sí, era guapa, pero yo nunca me había fijado en ella. Nos llevábamos tres años, ella tenía trece recién cumplidos y yo quince para cumplir, dieciséis dentro de pocos meses. Un mes de octubre que no quedaba muy lejos. Estábamos en la feria, y agarraba a Marina por la espalda haciéndola sonreír, le decía cualquier tontería que se me pasaba por la cabeza con tal de que sonriera. La besé. Un beso dulce, con sabor a algodón como el que acabábamos de compartir. Vestía una falda de talle alto y una blusa de tirantes. Su piel morena resaltaba haciendo saber que había pasado las vacaciones en un bonito hotel cerca de la playa. Sus ojos eran azules como canicas. Parecía que se podía jugar con su mirada, parecía tan frágil, parecía una muñequita. Solo lo parecía. Pero no lo era. Y luego en aquella caseta, entre aquel montón de gente estaba ella. Una cría que hacía levantar miradas a su paso, que hacía temblar la pista de baile, pero en definitiva, una cría.

 

 

Mirando las estrellas …

Por un momento me acordé de que hacía tiempo que no había vuelto a llamar a sus amigas. Que nos habíamos unido por aquella razón, porque los dos estábamos solos. Muchas veces únicamente queríamos compartir las solitarias horas estando uno al lado del otro. Ese silencio era incomprendido para aquellas personas que nos habían abandonado cuando más las necesitábamos. Eran silencios en los que te cuestionabas donde estaría ahora él, que haría, si sentiría algo… te preguntabas si hiciste alguna vez algo para que se enfadara contigo o si aprovechaste todo el tiempo que estuviste a su lado. Eran silencios en los que te reprochabas por qué no hiciste esto o no dijiste lo otro y solo había una pregunta sin responder ¿Por qué él? Y aunque si tuviera respuesta era demasiado pronto para anunciarla a aquella persona que un día necesitaría saberla para continuar su vida.

 

 

Un extraviado mes de julio de mi  calendario …

Finalizaba la temporada, era nuestro último partido, nuestro último público en este año, nuestros últimos minutos jugando al fútbol. Era también nuestra última mañana con el Álvaro entrenador, luego seguiríamos viéndolo pero en una piel diferente la piel de amigo. Todo terminaba hasta el año siguiente, hasta que todo: entrenamientos, partidos, victorias, derrotas, goles… empezaran de nuevo el 15 de septiembre. Pero para mí era diferente, ya  que dejaba atrás a ese equipo, que tras un montón de años parecía quedarme pequeño. Yo cumplía ya los diecisiete y solo podía estar como público, solo para admirar como otros chicos seguían mi camino podía sentarme en las gradas.

La verdad no sabía si eran mejores todos esos momentos desde que era un niño, dispuesto a evitar cualquier obstáculo que se me cruzara en el camino para llegar a lo más alto del equipo de fútbol. Pero ahora que salía de mi equipo para enfrentarme a un mundo mayor, me daba miedo el no ser lo suficientemente bueno. Y por otra parte como siempre, estaba ella… irme de aquí significaría dejar de verla, que ella ya no siguiera mis partidos ni mis entrenamientos. Si repasaba los episodios de mi vida había cambiado muchas cosas por ella, había estropeado las cosas por ella, lo había dado todo por hacerla feliz, pero a ella, no a mí, por la sencilla creencia de que si ella era feliz yo también, pero cuando ella fue feliz de verdad con otra persona yo dejé de serlo por completo y supe que mi felicidad no era directamente proporcional a la de ella. Y ya estaba empezando a pensar que a lo mejor mirar esos ojos verdes y esos cabellos castaños con destellos dorados no me estaba haciendo bien. Pero como siempre yo no valía nada en mi vida y mi corazón era el que tomaba el rumbo y hacía girar el timón. Y esta vez como muchas otras, también la volvería a elegirla a ella.

 


Un 15 de septiembre en el que todo comienza a salir fatal.

Era 15 de septiembre, un día en el que todo comenzaba de nuevo, volvíamos a la rutina. Como cada quince desde que empecé a salir con Marina caminamos juntos por el paseo de la playa hasta llegar al instituto. Era septiembre pero todavía apetecía llevar tirantes y manga corta, puesto que el sol no nos dejaba respirar ni un momento. Lo veía todo brillante a mi alrededor, no me daba cuenta de que su mirada estaba muy apagada, de que su azul ya ni brillaba, de que su sonrisa ya no iluminaba, pero sobre todo no me daba cuenta de eso porque desde hacía tiempo me había acostumbrado a vivir con la luz de los ojos de Nuria, con su sonrisa que parecía pintada con rotulador permanente en mis recuerdos. Marina, lo sabía o por lo menos lo podía intuir.

Llegamos a la puerta del colegio y entre todo el ruido que se montaba cada año se escuchó su risa. Me dediqué a ladear la cabeza de un lado al otro buscándola. Me alteraba el no encontrarla y me olvidé por completo de que aquella que estaba a mi lado comenzaba a dejar salir las lágrimas que los últimos meses había aguantado. Cada vez que salíamos lo único que me dedicaba a hacer era estar a su lado mientras mi mente volaba reproduciendo la risa, el rostro y el cuerpo de Nuria aquella noche de verano en la feria, donde me fijé en ella por primera vez. Y mientras tanto Marina me había soportado pensando que tal vez esto fuera pasajero. Pero se estaba dando cuenta de que no.

Lo último que deseaba en ese momento en el que la vi llorar por última vez, fue que algún día llegara a perdonarme, llegara a pasar por mi lado y por mi casa sin tener que agachar la cabeza y cerrar los ojos para no verme, lo único que deseaba era que un día no muy lejano llegara a perdonarme por todo este daño… Me sentí egoísta, nada más pensando en mí en lo que yo deseaba, y ella ¿qué es lo que quería ella? Hacía tiempo que había dejado de hacerle esa pregunta. Hacía tiempo que solo pensaba en mí, y sobre todo, en Nuria.

 

jueves, 30 de agosto de 2012

4ºEntrada:) 4EC


Un domingo de diciembre ...

Notaba como me quedaba sin aire mientras corría con el balón por el centro del campo, esquivaba a todos los defensas y mi meta cada vez se encontraba más cerca…

veía las gradas llenas de gente que chillaba mi nombre y me animaba a lanzar a portería. Pero toda esa gente pareció esfumarse cuando la localicé; mis ojos se quedaron atados a los suyos, perdí el control del balón y di varias vueltas dejando caer todo mi peso sobre mi brazo izquierdo. Oí crujir el hueso y me retorcí de dolor bajo la mirada expectante de todo el público. Vi personas acercándose a mí, la vi a ella, y vi al entrenador, mi mejor amigo, Álvaro, y escuché que llamaba a una ambulancia. El partido había terminado. Mi último pensamiento fue si sus manos cálidas y suaves me habían llegado a tocar o solo me lo había imaginado.

 


Esa noche de mayo mirando las estrellas ...

Por primera vez en tanto tiempo, saqué de ese baúl lleno de recuerdos el nombre de mi amigo. Era algo que nunca me había atrevido a hacer ni estando solo, ni al lado de ella. Era como una antigua etapa de nuestra vida que había quedado sepultada bajos los escombros, el temor y la tristeza. Era un recuerdo olvidado y a la vez sin olvidar. Pero sobre todo era él, Álvaro, una persona que había significado mucho en nuestra vida y se había ido significando aún más. Era aquel amigo que siempre estaba ahí, al que no te da vergüenza llamar a las tantas de la noche, con el que puedes contar para todo y para todo él cuenta contigo.

Era: verbo ser, tercera persona, singular, pretérito imperfecto, modo indicativo. Analicé mentalmente este verbo que ante todo era pasado. Una palabra que dolía, porque sabía que nunca volvería a ver a Álvaro, ya jamás sería ese entrenador al que todo el mundo quería, ya nunca sería aquel chico rubio, de ojos azules, tan envidiado por todo el mundo, simplemente ya no sería nunca nada, ni nunca llegaría a cumplir sus sueños. Solo me quedaba un único deseo por cumplir, un favor por Álvaro que traería nueva tristeza renovada a Nuria…  pero ese último deseo se iba a cumplir, y faltaban pocos días para que el mundo de ella volviera a derrumbarse. Sabía que yo la amaba, la quería un montón, y también sabía que si le entregaba esa carta ella se volvería a llenar de dudas, volvería a querer a Álvaro aunque este ya no pudiera estar a su lado… Pero, aunque me doliera tener que hacerla pasar por esto, me doliera pensar que podría olvidarse de mí para volver junto a él en sus pensamientos, aunque todo aquello me doliera y me matara por dentro, lo último que haría en este mundo sería no hacerle este último favor a aquel que siempre había estado a mi lado cuando lo había necesitado. A cambio de todo aquello, él nunca me había pedido nada, y ahora que ponía precio a todo lo que había hecho por mí… no pensaba echarme atrás. Ahora no.

-       Álvaro te quería muchísimo – dije. Creo que sin pensar por qué decía esto, únicamente deseaba decir el nombre de mi amigo en voz alta. Lo necesitaba.

Su sonrisa y su risa murieron al escuchar su nombre. Volvió a mirar las estrellas, y se fijó en una que resplandecía con mayor fulgor entre todas las del firmamento. Supe que pensaba que él era como esa estrella, un chico que no pasaba desapercibido, un chico que brillaba con luz propia … algo de lo que carecíamos todos los jóvenes, no haciendo más que copiar los pasos de otro para parecer mejores, no pensando por nosotros sino por lo que piensen los demás. Él era diferente. Él era como esa estrella. Único.

-       Se parecen – dije y ella me entendió perfectamente.

-       ¿Sabes? Llevo mirándola noche tras noche desde todo aquello… hay noches en las que no consigo dormir y paso las horas mirando como brilla, como es, mirándola. Y tengo la certeza de que sí, de que es como él.

Un nuevo vacío comenzaba a crearse en mi cuerpo, mientras iba soltando frases y frases sobre mi dolor por haberlo perdido. Por una vez me estaba desahogando. Todos habíamos guardado nuestros sentimientos bajo llave bien encerradas en nuestro pobre corazón durante mucho tiempo y ya iba siendo hora de soltarlos y dejarlos correr.

 



Un domingo de diciembre...

Levanté notando como la habitación me daba vueltas, me daban punzadas en la cabeza. Era como la resaca de un viernes noche en el que te acuestas, después de haber bebido, a las cinco de la mañana. Esto confirmaba que el brazo no era el único sitio en el que me había golpeado. De nuevo volvió a mí el recuerdo del partido que acababa de fastidiar y era una nueva señal de que esa chica me volvía loco. Con solo mirarla había perdido el control del balón, había rodado por mitad del campo, me había fracturado (seguramente) el brazo, me había causado un perfecto dolor de cabeza, y por último, había echado a perder toda la esperanza de ganar.

Escuché unas risas, una aguda y otra grave. Las reconocí de inmediato. Sentí rabia hacia mi amigo, me lleno de furia escuchar como él podía tontear con ella mientras yo estaba aquí tumbado y él no se preocupaba por mí. Pero todo mi estado de ánimo cambio cuando la vi y cuando Álvaro me reveló como había llegado Nuria hasta aquí.

-       Hola – dijo ella un poco cortada.

Me limité a sonreír, pues las palabras que intentaban salir de mi garganta se ahogaban en un intento fallido.

-       Carlos, después ya te llamo que me  he acordado que tengo que ir a… - sabía que no tenía que ir a hacer nada que solo quería ayudar y supe que siempre sería así, además ¿Qué iba a hacer Álvaro que tenía veinte años con Nuria, una chica de quince? Me pregunté en ese momento – a hablar con los del equipo, adiós.

-       Adiós – dije yo sonriente.

Cuando ya estaba saliendo de la habitación lo miré y me guiñó un ojo, lo sabía, todo había sido un plan para dejarnos solos y cuando ya estaba fuera gritó.

-       ¡Pasarlo bien! - escuché como varias personas le regañaban pidiéndole un poco de educación, pero él era un chico que hacía lo que fuera por sus amigos y ya lo había demostrado en muchas ocasiones.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Cuatro Estaciones Contigo 3ºEntrada:)

Un domingo de diciembre...
Las nubes inundaban el cielo esa tarde de diciembre. Me levanté temprano aun siendo

domingo, un domingo en el que ocurrirían muchas cosas. A las nueve empezaba el partido

de fútbol de mi equipo y como siempre me había quedado dormido. Con los ojos todavía

cerrados por el sueño conseguí alcanzar el cuarto de baño. Una refrescante idea cruzó por

mi cabeza.

Grité cuando tras poner la cabeza bajo el grifo de la ducha me empapé de agua helada.

Cerré el grifo y con un rápido movimiento eché la cabeza hacia atrás. Me miré en el espejo

y comprobé que ahora si estaba despierto. Era un truco que siempre funcionaba. No tardó

mucho en aparecer en mi mente la sonrisa de aquella chica del instituto, no tendría más de
catorce años. La había visto varias veces y siempre había sucumbido a su encanto. Solía

acudir a nuestros partidos y hoy seguramente no iba a ser la excepción.

No había conseguido decir más de tres palabras seguidas a su lado y todavía recordaba

cuales habían sido

-¿Vendrás al partido? – había conseguido preguntarle en uno de los entrenamientos

mientras me ruborizaba …

- Eso ni lo dudes – dijo ella con su habitual sonrisa.


Una sonrisa que un triste mes de mayo apagó.



Ese 21 de mayo…
Ya había salido el sol mucho antes de que ella despertara, no hubiera querido salir de la

cama después de una noche de fiesta con su mejor amiga, pero sabía que hoy era un día

lleno de sorpresas. Era 21 de mayo por la mañana, ya tenía quince años y Álvaro le iba

hacer pasar el mejor día de su vida. Solo por ese motivo consiguió salir de la cama.

-
Buenos días, quinceañera – Dijo su madre cuando la vio aparecer en la puerta de la

cocina.

Ella como era habitual sonrió, era su manera de dar las gracias.

-
Feliz cumpleaños – La felicitó su hermano Mario.

Sabía que pronto llegaría su padre anunciando el plan de hoy, pero no tendría más opción

que rechazarlo puesto que los planes ya los tenía hechos su novio desde hacía meses. Se

sentó a la mesa frente a un vaso de leche y unas tostadas de pan, pero la curiosidad le

quitaba toda el hambre y no conseguía comer ni un solo bocado. Terminó por levantarse de

la mesa porque no tenía ningún sentido el encuentro que estaba teniendo con su desayuno,

era tiempo perdido y hoy el tiempo era oro. Me fastidiaba el pensar que a lo mejor si

hubiera dejado atrás la vergüenza pudiera ser yo el que la llevara a pasar el mejor día de su

vida, el que la felicitara con una caja llena de besos por abrir, el que pudiera acariciar su

mejilla mientras le decía que la amaba, pero no, no era yo, sino mi mejor amigo.

Ella salió del cuarto de baño más guapa que nunca, llevaba un vestido de palabra de honor

canela con bordados y unos zapatos de estampado de flores de cuña, vestía como si fuera
la primavera, y se le notaba en la mirada que estaba soñando despierta. Dejó su pelo liso

que le llegaba por debajo del pecho, suelto y perfectamente planchado y varios mechones

jugueteaban cayendo continuamente sobre sus ojos. Disfrazó sus labios de un rojo apagado

y se sonrió a si misma frente a un espejo. No había llamado a sus amigas desde hacía

semanas, puede que meses, porque su mundo se había convertido en Álvaro, vivía por y

para él y cada rato libre que tenía lo pasaba a su lado. Se había olvidado un poco de sus

amigas y a ellas… le había dolido aquello sobre todo porque no comprendían esos

sentimientos tan fuertes, ellas nunca había llegado a querer a nadie de aquella manera.

No había pensado que excusa le pondría a sus padres, y cuando oyó el rugir del motor de

una moto se inquietó, y se mordió el labio inferior. Era una manía que había cogido y que

solía observarse en ella cuando estaba llena de nerviosismo, inquietud, felicidad o como en

este momento, todo junto a la vez.

Bajó las escaleras a toda prisa y su madre que había estado observándola le hizo un

pequeño interrogatorio.

-
¿Vas a salir?

-
Sí.

-
¿Con quién vas?

-
Con Álvaro.

Se hizo el silencio entre madre e hija, había cinco años de diferencia entre Nuria y Álvaro

y sus padres no aprobaban esto, ellos sabían que eran más que amigos pero a pesar de que

Álvaro era un chico que ya iba a la universidad, sacaba buenas notas y no era más que eso,

un chico guapo, listo y muy buen futbolista no terminaban de aprobar esa relación.

El timbre sonó y Nuria se impacientó aún más.

-
Por favor, mamá – Le suplicó.

-
Venga, vete pero ten cuidado.

Abrió la puerta y se echó a sus brazos que la abrazaron con fuerza, los rencuentros que

tenían siempre solían transcurrir así y sin esperar a que su madre cambiara de opinión

Nuria y Álvaro de la mano caminaron hasta la moto aparcada frente a la casa. Álvaro le

entrego su casco correspondiente a ella, y condujo despacio como siempre hacía cuando

era Nuria quien le acompañaba. Se agarró con seguridad a la cintura de su novio y apoyó la
cabeza en su hombro, en ese momento me hubiera encantado cambiarme por mi amigo y

ser yo el que tuviera sus manos rodeando mi cuerpo y su cabeza tan cerca que pudiera

escuchar su familiar respiración cerca de mi oídos.

Pero no era yo, ni nunca llegaría a serlo.

sábado, 28 de julio de 2012

Cuatro Estaciones Contigo 2ºEntrada:)

Tarde de junio ...

Y era una tarde de Junio, en la que todas habían quedado para ir a la piscina. Sabía que sus

amigas solían retrasarse pero después de esperar media hora bajo un sofocante sol, ya se

había hartado. Hacía tiempo que sus amigas habían cambiado pero nunca pensó que tras

todo lo que pasó y en el momento que más las necesitaba a todas, en el momento en que

únicamente tenía ganas de llorar hasta vaciarse por dentro, ellas se apartaran de su lado.

Hacía pocos años que su vida había dado un cambio por el hecho de que Álvaro había

pronunciado dos palabras, y solo hacía un mes que toda su vida había vuelto a cambiar…

un cambio que nunca superaría. Y ahora volvían los cambios, porque se encontraba más

sola que nunca en medio de un recinto abarrotado de gente, voces y lo que más rabia le

daba, risas. Antes ella también era así, una chica que estudiaba de lunes a vienes y que se

dedicaba a pasarlo bien las tardes y las noches de fin de semana. Ya estaba agotada, porque

cada vez que su vida cambiaba le costaba más acostumbrarse.

Yo a pesar de parecerme a ella, no era más que un niño inmaduro que también había

sufrido cambios, pero en comparación con los de ella … Antes de que todo pasara yo ya

me había fijado en sus labios que algún día soñaba con besar, yo ya había deseado que esos

ojos se posaran en mí, pero un gran amigo se me adelantó, ese rubio, de ojos color

turquesa y brillante sonrisa la enamoró y a pesar de todo aguanté día y noche

reprochándome el por qué yo no había sido capaz de decirle lo que sentía.

Y ahora me había quedado sin Álvaro, me habían confiado el alma triste de esa pobre chica

que ya no irradiaba luz ni felicidad, y únicamente poseía un secreto que guardar.

Me acerqué a aquella chica desconocida para mí, que tenía el corazón partido en mil

pedazos como si de un cristal roto se tratara, y me encargué de ayudarle a recoger los

cristales para reconstruirlo sabiendo que había una pieza que no encajaba del todo.

Porque por algún extraño motivo esa chica de rostro aniñado, facciones descompuestas,

ojos tristes inundados de lágrimas y labios mordidos por una inquietud permanente no se

diferenciaba tanto de la que antes había sido una chica madura, dulce, divertida, alocada,

responsable y enamoradiza.

Y además una parte de Álvaro estaba anclada a Nuria, su Nuria. Y aunque más que nada en

el mundo yo deseara que esa chica volviera a estar libre, sabía que ese deseo nunca se

cumpliría porque esas cuatro estaciones juntos los había unido tanto como para dar la vida

el uno por el otro si hubiera sido necesario, y aunque ella no lo supiera, así había sido.

-
Hola – dijo apenada cuando me vio acercarme hasta ella.

-
¿Qué tal estás? – esta pregunta era un sin sentido puesto que solo le haría recordar

lo mal que iba todo, pero me salió así y me dije idiota porque esas palabras salieran

de mis labios.

Unos pequeños ojos verdes, me miraron diciendo con esa mirada todo lo que tenían que

decir. Y durante nuestros primeros encuentros la única compañía que encontraba era la del

silencio y la de una mirada que no dejaba de rememorar mi memoria. La suya.

Cuatro estaciones contigo 1ºEntrada:)


Esa noche, mirando las estrellas ...


Sin darme cuenta, me fui enredando más y más en la vida de esa chica, pasé a formar parte

de ella, no de la manera que quería… pero con solo verla feliz, y a mi lado me

conformaba.

Esas noches veraniegas mirando las estrellas resultaban ahora bastante obvias y nuestras

conversaciones también. Solo era cuestión de tiempo que esa “x” se despejara dejando el

resultado de una ecuación que a mi me parecía simplemente perfecta.


-

¿Y esa chica? - Preguntaba ella, a casi todas horas.


-

Pues, creo que todo va bien – Solía responderle yo.


-

Pero, ¿como es? - Siempre volvía a preguntar ella.


Esa noche, como cada otra, le revelé otro de sus hermosos datos, ella ya sabía que era

castaña, divertida, guapa, lista … sabía que podía seguir mil noches más diciendo adjetivos

que la definieran, pero para ella uno por cada noche estaba demasiado bien. Hice cálculos

y llegué a la conclusión de que dentro de varias noches ella adivinaría quien era esa chica

que tanto me hacía reír, que tanto se colaba en mis sueños, que tantas veces me había echo

volar y obviamente también me había echo caer de la nube en la que me había montado.


-

Pues, es muy loca – Dije esa noche, aunque ese no era uno de los adjetivos de mi


lista.


-

¿Loca?


-

Si lo piensas, sí.


Más allá en mis pensamientos continué mi frase: con loca me refería a que era capaz de

reír a carcajadas y hasta llorar mil veces solo en la mitad de tiempo, quinientos días. Que

tenía una imaginación desbordante, que la verdad, me encantaba. Que tenía esa típica

sonrisa siempre en la cara y que decía y hacía cosas que nunca se te habían pasado a ti por

la cabeza.


-

Venga, esta noche tienes que decirme otro.


-

Bueno – Cedí – Tiene unos ojos verdes que emanan un precioso brillo dorado.


-

Me he quedado igual, como si no hubiera gente con los ojos verdes por el mundo –


Dijo con ironía.
Me aguanté las ganas de decirle que los suyos eran únicos que con una solo mirada

llegaban a cambiar mundo, para ser exactos, mi mundo, que cada vez que se giraba y me

hablaba mirándome con esos ojos esmeraldas mi alma se derretía y mi respiración se

entrecortaba, pero estos detalles los guardé para mí.

Se tumbo en el césped húmedo y se acurrucó a mi lado. Miró las estrellas como si fueran

lo más hermoso de este planeta y supe que pensaba en alguien. Con tono melancólico

pronunció estas palabras.


-

¿Vas a decirme algún día quién es esa chica?


-

Tengo la esperanza de que algún día lo adivines.


-

Si tu supieras… cada mañana me levanto pensando en quién será la chica de la que


tanto me hablas, aquella que se tira todo el día en tu mente, cada noche me acuesto

pensando en quién estas pensando tú y por supuesto sé que es en esa chica, pero no

alcanzo a encontrarle una solución a tus palabras – sabía que este juego había

durado mucho y que por mí seguiría alargándolo más pero ella se cansaría.


-

Impaciente.


-

¿Qué has dicho?


-

Que ella es muy impaciente.


Hizo caso omiso a mi comentario y cambió de tema. Me miró directamente a los ojos.


-

¿Sabes? A mí también me está empezando a gustar un chico.


No me dejo tiempo para responder.


-

Cada hora que pasa siento que necesito verlo, en menos de un minuto mis


pensamientos ya se han desviado y proyectan en mi cabeza sus ojos, su sonrisa…

no puedo parar de pensar que piensa de mí y sin embargo lo tengo cerca, muy cerca

y no soy capaz de decir un simple “te quiero”


-

Eso es porque esa persona te importa, porque no quieres volver a recoger los


pedazos de tu corazón de nuevo, porque ya te hicieron daño otra vez y ahora tienes

miedo.

Sabía que había cosas que no cambiarían jamás, que su corazón estaba empezando a

recuperarse pero que con un soplo podía volver a desmoronarse, sabía que ella estaba sola,

y que solo me tenía a mí, porque esas “amigas” habían tirado su disfraz a la basura tal y

como la habían dejado tirada a ella. Porque sencillamente a ellas no les importaba nada lo

que le sucediera a Nuria.


-

Te quiero – dije seguro de que a ella que tanto daño le habían echo, no me podía


hacer daño alguno.

Y esas lágrimas que tanto me había esforzado para que no se derramaran, empezaron a

surcar su cara, esta vez no hice nada por evitarlo, me limité a sonreír porque sabía que ya

era hora de que volvieran a caer lágrimas de alegría que parecían haberse extinguido en

estos últimos años.