Un domingo de diciembre...
Las nubes inundaban el cielo esa tarde de diciembre. Me levanté temprano aun siendo
domingo, un domingo en el que ocurrirían muchas cosas. A las nueve empezaba el partido
de fútbol de mi equipo y como siempre me había quedado dormido. Con los ojos todavía
cerrados por el sueño conseguí alcanzar el cuarto de baño. Una refrescante idea cruzó por
mi cabeza.
Grité cuando tras poner la cabeza bajo el grifo de la ducha me empapé de agua helada.
Cerré el grifo y con un rápido movimiento eché la cabeza hacia atrás. Me miré en el espejo
y comprobé que ahora si estaba despierto. Era un truco que siempre funcionaba. No tardó
mucho en aparecer en mi mente la sonrisa de aquella chica del instituto, no tendría más de
catorce años. La había visto varias veces y siempre había sucumbido a su encanto. Solía
acudir a nuestros partidos y hoy seguramente no iba a ser la excepción.
No había conseguido decir más de tres palabras seguidas a su lado y todavía recordaba
cuales habían sido
-¿Vendrás al partido? – había conseguido preguntarle en uno de los entrenamientos
mientras me ruborizaba …
- Eso ni lo dudes – dijo ella con su habitual sonrisa.
Una sonrisa que un triste mes de mayo apagó.
Ese 21 de mayo…
Ya había salido el sol mucho antes de que ella despertara, no hubiera querido salir de la
cama después de una noche de fiesta con su mejor amiga, pero sabía que hoy era un día
lleno de sorpresas. Era 21 de mayo por la mañana, ya tenía quince años y Álvaro le iba
hacer pasar el mejor día de su vida. Solo por ese motivo consiguió salir de la cama.
-
Buenos días, quinceañera – Dijo su madre cuando la vio aparecer en la puerta de la
cocina.
Ella como era habitual sonrió, era su manera de dar las gracias.
-
Feliz cumpleaños – La felicitó su hermano Mario.
Sabía que pronto llegaría su padre anunciando el plan de hoy, pero no tendría más opción
que rechazarlo puesto que los planes ya los tenía hechos su novio desde hacía meses. Se
sentó a la mesa frente a un vaso de leche y unas tostadas de pan, pero la curiosidad le
quitaba toda el hambre y no conseguía comer ni un solo bocado. Terminó por levantarse de
la mesa porque no tenía ningún sentido el encuentro que estaba teniendo con su desayuno,
era tiempo perdido y hoy el tiempo era oro. Me fastidiaba el pensar que a lo mejor si
hubiera dejado atrás la vergüenza pudiera ser yo el que la llevara a pasar el mejor día de su
vida, el que la felicitara con una caja llena de besos por abrir, el que pudiera acariciar su
mejilla mientras le decía que la amaba, pero no, no era yo, sino mi mejor amigo.
Ella salió del cuarto de baño más guapa que nunca, llevaba un vestido de palabra de honor
canela con bordados y unos zapatos de estampado de flores de cuña, vestía como si fuera
la primavera, y se le notaba en la mirada que estaba soñando despierta. Dejó su pelo liso
que le llegaba por debajo del pecho, suelto y perfectamente planchado y varios mechones
jugueteaban cayendo continuamente sobre sus ojos. Disfrazó sus labios de un rojo apagado
y se sonrió a si misma frente a un espejo. No había llamado a sus amigas desde hacía
semanas, puede que meses, porque su mundo se había convertido en Álvaro, vivía por y
para él y cada rato libre que tenía lo pasaba a su lado. Se había olvidado un poco de sus
amigas y a ellas… le había dolido aquello sobre todo porque no comprendían esos
sentimientos tan fuertes, ellas nunca había llegado a querer a nadie de aquella manera.
No había pensado que excusa le pondría a sus padres, y cuando oyó el rugir del motor de
una moto se inquietó, y se mordió el labio inferior. Era una manía que había cogido y que
solía observarse en ella cuando estaba llena de nerviosismo, inquietud, felicidad o como en
este momento, todo junto a la vez.
Bajó las escaleras a toda prisa y su madre que había estado observándola le hizo un
pequeño interrogatorio.
-
¿Vas a salir?
-
Sí.
-
¿Con quién vas?
-
Con Álvaro.
Se hizo el silencio entre madre e hija, había cinco años de diferencia entre Nuria y Álvaro
y sus padres no aprobaban esto, ellos sabían que eran más que amigos pero a pesar de que
Álvaro era un chico que ya iba a la universidad, sacaba buenas notas y no era más que eso,
un chico guapo, listo y muy buen futbolista no terminaban de aprobar esa relación.
El timbre sonó y Nuria se impacientó aún más.
-
Por favor, mamá – Le suplicó.
-
Venga, vete pero ten cuidado.
Abrió la puerta y se echó a sus brazos que la abrazaron con fuerza, los rencuentros que
tenían siempre solían transcurrir así y sin esperar a que su madre cambiara de opinión
Nuria y Álvaro de la mano caminaron hasta la moto aparcada frente a la casa. Álvaro le
entrego su casco correspondiente a ella, y condujo despacio como siempre hacía cuando
era Nuria quien le acompañaba. Se agarró con seguridad a la cintura de su novio y apoyó la
cabeza en su hombro, en ese momento me hubiera encantado cambiarme por mi amigo y
ser yo el que tuviera sus manos rodeando mi cuerpo y su cabeza tan cerca que pudiera
escuchar su familiar respiración cerca de mi oídos.
Pero no era yo, ni nunca llegaría a serlo.
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